lunes, 26 de marzo de 2012

Entrevista a Manuel Ferrando, empresario calpino y el mayor coleccionista del mundo

Artículo publicado en el diario "Información" de Alicante, el domingo 30 de agosto del 2009. 

Vinculado al sector del turismo y la restauración, el empresario Manuel Ferrando es un coleccionista de altos vuelos. Entre su amplio repertorio de objetos y archivos, Ferrando posee varios aviones militares españoles de los años 40, así como un gran número de carteles de cine, juguetes y coches antiguos que le han convertido en el "recuperador y conservador" de un importante patrimonio español que a punto estuvo de su extinción. Su hijo es el escultor alicantino Víktor Ferrando, uno de los artistas con mayor proyección en la provincia de Alicante. FOTO: DAVID REVENGA. 


"Cuando compro, nunca regateo"


Manuel Ferrando no es un empresario corriente. No viste chaqueta ni corbata, emplea por el contrario pulseras variopintas de cualquier mercadillo, y luce una larga y arreglada melena. La formación de Manuel Ferrando transcurre en Inglaterra, donde no solamente conoció a los Beatles, sino que adquirió el amor por el arte, los libros y por todo aquello que nos rodea. "Allí nació mi voluntad por el coleccionismo, que pude desarrollar posteriormente gracias al apoyo de mi familia", apunta.

Al fallecer su padre, los acontecimientos se precipitan, y regresa a España donde funda dos empresas. Y así empezó a flotar aviones ingleses rumbo a Calpe y tierras alicantinas, potenciando una industria "que nada tiene que ver con lo que existe hoy, era un sello diferente".

En los numerosos viajes comerciales por España y Europa, amplió y consolidó sus negocios. Pero también le sirvieron para extender una red de contactos que se revelaron decisivos para recuperar objetos españoles guardados por sus dueños en los desvanes, o, en el caso del extranjero, que habían sido exportados o eran propiedad de los exiliados. "Dejaba tarjetas por todos lados y, al cabo de unos años, empecé a recoger los frutos. Me llamaban, ofrecían y les pedía que me lo enviaran por correo. Nunca regateaba. Y eso creó una seriedad y una buena relación", añade Ferrando. 

Fascinado por el diseño, su primera obsesión fueron los coches antiguos, de tal modo que empezó con uno y terminó decorando todo su garaje con máquinas de los años 40 y 50. "Después me ofrecían carteles de Moros y Cristianos de Alcoy de 1924 de Rigoberto Soler. Luego, uno de la Guerra Civil que un abuelo se encontró bajo una teja. Después una publicidad de un jabón... Y así comenzó todo", afirma.

Sin duda, una de las colecciones más apasionantes de Manuel Ferrando es la de carteles de cine. Una afición que comparte con su familia. "El dibujante de carteles tiene que ser un buen autor, porque la gente no sabía leer antes. Es difícil dar con estos carteles porque el papel era un material muy solicitado por entonces, ya que las mujeres lo utilizaban para forrar los armarios, mesitas de noche y demás. Como algo anecdótico, he tenido que comprar a veces armarios enteros porque contenían carteles cortados y pegados en su interior", agrega. 

En una ocasión, Ferrando leía la prensa rumbo a Madrid cuando se tropezó con la noticia que informaba de una subasta de aviones militares de los años 40 en Albacete. Ferrando canceló todas sus reuniones y viajó a tierras manchegas. Tras un vistazo a los flamantes y cuidados aparatos, Ferrando se encontró un hotel lleno de codiciosos empresarios extranjeros que mencionaban la oportunidad como "algo único en este país tercermundista". Hasta el amanecer, impulsado por ese sinsabor, Ferrando estuvo estudiando todas las cláusulas y requisitos de la subasta. Era el año 1985, y la suerte le acompañó, cuando la mayoría de los ricos aspirantes no pudieron acceder a ésta en el último momento por la ausencia de uno de los documentos requeridos (el certificado de antecedentes penales), de tal modo que todo se quedó en casa.

Manuel Ferrando está seguro que la finalidad del coleccionismo ha de ser la de rescatar la memoria para que las futuras generaciones puedan contemplar el pasado a través de estos objetos como ventanas abiertas. Y así, además, se proteja el patrimonio cultural de "nuestros abuelos". Alguien tiene que hacerlo, y él está orgulloso y feliz de contribuir a ello. 

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